La salud mental se vio afectada por la pandemia. El Covid implicó cambios de hábitos de higiene, confinamiento, pérdida de seres queridos y disminución de los ingresos, entre algunas consecuencias. Un nuevo escenario que provocó ansiedad, estrés y trastornos depresivos en parte importante de la población. La respuesta del servicio de salud deja en evidencia una brecha importante entre el sistema público y el privado. El autocuidado y rodearse de elementos protectores son una buena forma de mantener un estado mental saludable.
Un estudio de la revista The Lancet, asegura que los casos de depresión y ansiedad en el mundo aumentaron en un 25% producto de la pandemia, donde las poblaciones más afectadas fueron mujeres y jóvenes. En una encuesta de la Organización Mundial de la Salud a 130 países, arrojó que el 60% de la población observada vio interrumpida los servicios de salud mental.
El Termómetro de la Salud Mental en Chile, un estudio que realiza la Universidad Católica con la Asociación Chilena de Seguridad, reveló que en julio de 2020, al inicio de la pandemia del Covid, un 34,6% de sus encuestados se sospechaba o existía la presencia de trastornos de salud mental. Una cifra que disminuyó al 23,7% en agosto de 2021.
“Encontramos que, en la medida que se impuso mayores restricciones de movilidad y más personas estaban confinadas, veíamos en las mediciones, que aumentaba el porcentaje de personas con percepción de soledad, síntomas de depresión, síntomas de ansiedad, consumo de alcohol y que eso, en la medida que se fue liberando, también vimos que retrocedieron los niveles” analiza la doctora Antonia Errázuriz, docente del departamento de Psiquiatría de la Escuela de Medicina de la PUC y parte de los investigadores de este estudio.
“Es una epidemia que genera tal nivel de disrupción, con medidas adoptadas por la autoridad sanitaria, en que se ha restringido la circulación de las personas y las personas, también a su vez, se han cuidado, alejándose de otras personas… Hay un cierre del funcionamiento de establecimientos que nos arman como personas, estudiantes, trabajadores, consumidores…» continúa la docente Errázuriz.
«El cierre de todos esos espacios, el tener que administrarlos domésticamente, el tener que convivir más cercanamente con tu núcleo, el perder la red de apoyo… Todo esto, además, acompañado de una enorme incertidumbre y de impactos económicos, obviamente, que es algo que uno esperaría, que tuviese enormes impactos en la salud mental” concluye.
“Somos seres sociales, por lo tanto, el distanciamiento que nos obligó la pandemia nos afectó a todos, pero principalmente a las poblaciones más vulnerables, que no tienen el control sobre sí mismas. Y lo otro es el manejo de las emociones más fuertes, más negativas, que nos hacen perder el control de la razón. Al sentirnos estresados, amenazados, la incertidumbre provoca en todos, cada cierto rato y sin querer queriendo, un estado no muy agradable que tenemos que combatir y constantemente equilibrar” considera el director de la Sociedad Chilena de Salud Mental, Carlos Sciolla.
“En momentos de crisis, frente a lo que es incertidumbre, a temores, esta sensación de pérdida de control, se espera que haya una respuesta emocional y la persona tiene que manejar esta respuesta emocional. Y si no tiene suficientes recursos, la respuesta emocional puede desbordarse. Es esperado frente a una crisis que haya mucha emoción” aporta Isabel Puga, la presidenta del colegio de Psicólogas y Psicólogos.
”El ser humano reacciona a los cambios del entorno, a la incertidumbre y reacciona sintiéndose más estresado, más inseguro, cambiando sus hábitos de vida. Acá vemos que hubo hábitos muy importantes, como la ingesta de alimentos, de hacer actividad física, de relacionarse, todo lo que se llama el estilo de vida de las personas cambió enormemente. Uno esperaría que eso tuviese un correlato a nivel de salud mental” complementa la docente Antonia Errázuriz.
“Esto no solamente tiene que ver con la pandemia como tal, sino que también los cambios sociales de interacción, económicos, de las prestaciones en salud. Pensemos que personas que normalmente podrían haber ido a consultar, haber tenido un control médico, un control psiquiátrico, no lo podían hacer o lo hacían vía videollamada».
«Se demoró mucho las atenciones con pacientes psiquiátricos y sabemos también, que las personas con mala salud física tienen más riesgo de tener enfermedades psiquiátricas. Esas personas dejaron de recibir las prestaciones que normalmente recibían” concluye la profesora de la U. Católica.
Para la presidenta del Colegio de Psicólogas y Psicólogos el Covid vino a visibilizar otros problemas con respecto al acceso que existe a la salud mental. “La pandemia dejó muy clara la brecha entre las personas que tienen más o menos recursos. Y no me refiero a tecnologías, estadísticas muestran que hay más teléfonos celulares que habitantes en Chile, yo diría que casi todo el mundo tiene Smartphone. El problema es la conectividad, no todo el mundo tiene acceso a Internet”.
La profesional asegura que a esto se suma un problema de recursos. «El presupuesto de salud mental, al inicio de la pandemia, correspondía a menos de un 2%, 1.8% del presupuesto total de salud. De ese 1.8%, un 60% se iba a lo que es administración del hospital psiquiátrico y el resto se iba a lo que nosotros manejamos el concepto de salud mental, que es atenciones de siquiatras, atenciones de psicólogos y, no hay que olvidar, que hay una cantidad que tiene que ver con ciertas prestaciones que son GES (Garantías Explícitas en Salud) y que incluyen medicamentos. Una vez hicimos la cuenta, hace un par de años, y el presupuesto es como 120 pesos por persona al mes en salud mental”.
“Aunque el presupuesto este año aumentó a un 2,4%, sigue siendo muy bajo, porque el presupuesto total de salud en Chile es bajo. Es uno de los más bajos de la región. Por ejemplo, Argentina tiene un presupuesto de salud más alto en cuanto al PIB, del que tiene Chile. En Chile es como un 3% o 4% del PIB y en Argentina es un 7-8%. Lo ideal sería un 9%”, complementa Puga.
Otra cifra que preocupa es la cantidad de psiquiatras que atienden con bono Fonasa, los que estudios han cifrado en poco más de 50 especialista, sobretodo, si se considera que cerca del 80% de la población está protegido bajo este sistema. “Hay respuestas, pero no son suficientes y deben ser intensificadas, puesto que, obviamente, hay una larga lista de espera de personas que no resuelven sus problemas, en distintos ámbitos, y hay que buscar fórmulas nuevas”, cree el psiquiatra Sciolli.
“Habría que cambiar la mirada sobre la salud mental, porque no hay salud, sin salud mental. Es salud en general y la Organización Mundial de la Salud define la salud, como un estado de bienestar. Entonces uno muchas veces dice “tiene problemas de salud mental” y, en realidad, si uno piensa desde una mirada de estado de bienestar, es que uno está en estado de malestar. Está en un estado de malestar y su estrategia, sus recursos personales, no son suficientes para manejarlo y ahí viene lo que se llamaría el estrés sicológico. Y la persona requiere apoyo y ayuda para esto” reflexiona la presidenta del colegio de Psicólogas y Psicólogos, Isabel Puga.
“Lo que está pasando a nivel internacional, lo que nos exige la OMS y todas las estructuras internacionales, indica que la acción de salud y todos los entes que actúan, tiene que pensar en la persona como centro y sus necesidades. Es muy importante enfocarse en acciones integrales, con el objetivo final que la persona se sienta satisfecha o encuentre un estado de salud óptimo” asegura el director de la Sociedad Chilena de Salud Mental, Carlos Sciolla.
Ambos profesionales concuerdan en cambiar el foco sobre lo que significa la salud mental, en el sentido que no debe ser vista separada de la corporal, sino que como un todo. “Puedo experimentar un aumento en mi obesidad, puedo manifestar una sensación de desesperanza, puedo sentir preocupaciones también que son legítimas» analiza la psicóloga Puga.
«Puedo estar un poco más irritable y eso es propio de la crisis. Hay que tener mucho ojo con eso, porque uno dice “la gente tiene problemas de salud mental” y es como que la salud mental fuera una condición en sí y no… es parte de la salud, de este estado de bienestar. Es una mirada integral, no hay que separar la mente del cuerpo. Cuando estamos un poco más abrumados, nos duele el estómago, la espalda, estamos más cansados, no tenemos energía” complementa.
Las terapias a través de plataformas digitales han contribuido a mantener el acceso a servicios de salud y prevenir los contagios. ”Hoy se entendió que, además del distanciamiento social, el temor nos impulsó a tener más necesidad de apoyo, de perfeccionar nuestra salud mental, se entendió que se podía acceder a una ayuda de una forma telemática”, asegura el psiquiatra Sciolla.
“Como ya se viene haciendo hace 15 años, hay bastantes investigaciones que validan, lo legítimo y los resultados favorables de una intervención online. Tiene algunas dificultades que pueden tomarse en consideración, como la simultaneidad que nosotros vemos, es una bastante relativa. Nosotros no miramos a la cámara, no es como que nosotros pudiéramos estar hablando y mirándonos a los ojos. Entonces tiene esa dificultad, pero los estudios muestran que sí hay cambios en las personas, que se logra también la famosa relación terapéutica y funciona. Funciona bien con adultos, con niños es más difícil” relata Isabel Puga.
“Funciona bien para gente que ya conoce su condición médica, para los casos donde una persona, por primera vez, está experimentando un grado de dificultad, en términos de salud mental, es difícil”, agrega también la profesora Antonia Errázuriz.
Otro aspecto que contribuye a una mejor contención de aquellas personas que sufren de síntomas de depresión o ansiedad, es el sentido de comunidad. “En las municipalidades hay todo un concepto que se habla de comuna segura y de una mirada de prevención en salud mental, generar relaciones entre los vecinos, que es el famoso enfoque de salud comunitaria, que también prima en la Organización Mundial de la Salud. Es una mirada donde yo no solamente me centro en el individuo, en su propia familia, sino que también en el entorno”, complementa la presidenta del Colegio de Psicólogas y Psicólogos.
“En los países anglosajones hay mucho más trabajo de organización de las personas que están con problemas. Hay muchísimas organizaciones de personas que escuchan voces, que se acompañan. No pasa nada, yo escucho voces, tú escuchas voces, muy bien, somos distintos, somos diferentes” ejemplifica Carlos Sciolli.
“Habría que poner mucho énfasis y atención en lo que es prevención y promoción. Y eso tienen que ser muchos trabajos en la infancia, de prestar atención en la formación de niños, niñas y adolescentes desde la parte del colegio. Y el colegio no sólo tiene que convertirse en un referente, sino que tener este sentido de comunidad, que permita incorporar a padres, a las madres y al resto de la familia”, concluye Isabel Puga.
Pese a que aún los estudios son muy recientes, existe cierta evidencia sobre el efecto adverso que causa la contaminación en la salud mental de las personas. Los ambientes urbanos contribuyen a problemas en el sistema nervioso central y también existe relación con cierto deterioro cognitivo. Un estudio chino confirmó un mayor riesgo de trastornos como depresión, ansiedad, psicosis y bipolaridad, en lugares de mucha densidad poblacional.
“Existe un impacto de ciertos tipos de contaminación. Por ejemplo, el ruido, aquellas personas que están en espacios ruidosos, probablemente, van a estar también expuestos a ciertas condiciones de estrés y eso, obviamente, va a afectar a su salud mental. Pero también hay estudios recientes, que lo que están intentando de ver es si hay un efecto, por ejemplo, de la contaminación atmosférica, material particulado» explica el biólogo en medioambiente y doctor en sostenibilidad de la U Estatal de Arizona, Ignacio Fernández.
«Principalmente, lo que se ha visto es que pareciera que sí existe un efecto sobre ciertas condiciones mentales en las personas. Las personas que están en ambientes más contaminados o en ciudades más contaminadas, reportan tener una salud mental peor que aquellas que están en ciudades menos contaminadas», complementa.
En Estados Unidos también se comprobó que estar en lugares contaminados afecta a las personas con historial depresivo y aumenta el riesgo de sujetos sin antecedentes previos, en especial, si son enfermos crónicos. En Corea del Sur encontraron relación en el aumento de suicidios frente a días de mayor contaminación atmosférica. Otro estudio en Londres asegura que los gases tóxicos aumentan de un 18% a 39% el riesgo de problemas a la salud mental.
“La calidad de vida está asociada a muchos factores, el económico, el social, pero también hay un componente importante, que tiene que ver con temáticas ambientales. Donde vivimos y cómo nos relacionamos con el medioambiente y, en ese sentido, la contaminación impacta, claramente, de manera significativa en nuestro día a día” asegura Fernández.
El también investigador de la Universidad Mayor cuenta que la vegetación influye en el bienestar de las personas, sobretodo en los niños, niñas y adolescentes, “hemos visto que el nivel de vegetación en los colegios es súper importante. Es más importante en el aspecto emocional de los niños, que rendimiento escolar. Lo que estamos viendo es que, el hecho de tener niños en colegios con mayor nivel de vegetación, hace que sus aspectos emocionales mejoren y, probablemente, en esa situación de mejor salud mental, puedan rendir mejor en las pruebas”.
Ignacio Fernández asegura que durante estas investigaciones también quedó de manifiesto lo importante que es para las personas la limpieza de sus barrios. “El tema de los basurales es uno de los problemas más importantes, en término de la calidad ambiental en el día a día. Cerca del 80% de las personas investigadas dice que los micro basurales impacta negativamente en su calidad de vida”, asegura Fernández.
“Se sabe el tema de las desigualdades que existen, en general, y muchas veces esas desigualdades se enfocan, principalmente, en temas económicos, pero las ciudades chilenas y latinoamericanas tienen un problema muy importante sobre cómo se distribuye la calidad ambiental”, concluye el investigador.