En promedio a nivel mundial se desperdician 74 kg de alimentos por persona al año. En el caso de nuestro país, no se ha realizado un estudio similar, limitando el trabajo por cuidar el medio ambiente en esta área.
Si la pérdida y el desperdicio de alimentos fueran un país, este sería el tercer mayor emisor de gases de efecto invernadero, por lo que expertos han puesto la alerta roja para comenzar a educar en este tema y evitar lo máximo posible el desecho y desperdicio de comida.
Hasta la fecha, en Chile no existe un mecanismo para medir la pérdida y el desperdicio de alimentos, lo que dificulta terminar con la contaminación medioambiental por desechos de comida. “El primer paso es entender la magnitud del problema, en todos los niveles de la cadena, para luego tomar acción y medir resultados. Hace poco en España se aprobó una ley que busca reducir el desperdicio de alimentos, exigiendo a todos los agentes de la cadena a elaborar un plan de prevención, sanciones para bares y restaurantes, incentivan con menores precios los productos próximos a vencer, es cosa de mirar ejemplos extranjeros e ir proponiendo políticas a nivel país”, señala Maximiliano Acosta, co-founder & CMO de GoodMeal, app que ofrece comida sostenible.
En 2019 se generaron alrededor de 931 millones de toneladas de desechos alimentarios en el mundo, de las cuales el 61% procedían de los hogares, el 26% de los servicios de alimentación y el 13% de la venta al por menor, según información de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación (FAO). Asimismo, señala que el promedio mundial de 74 kg de alimentos desperdiciados per cápita cada año es muy similar entre los países de ingreso mediano bajo y los países de ingreso alto, por lo que esto no se centra sólo en países con mayores recursos.
Claudia Foerster, académica del Instituto de Ciencias Agroalimentarias, Animales y Ambientales (ICA3), UOH, explicó que esta contaminación no es sólo un problema ético. “Hoy en nuestro país tenemos un desperdicio de alimentos muy grande, que impacta directamente al medio ambiente. Cuando estos alimentos son desechados y llegan a los vertederos, estos se pudren y generan gases de efecto invernadero como el CO2 y el metano”.
“Por otro lado, estos alimentos fueron cultivados o criados, tienen una serie de etapas como cosecha, transporte, transformación, empaque, que requieren de energía y agua, y se pierden también al ser desechados, sin ser utilizados directamente para el consumo humano o animal”.
Sólo como ejemplo práctico para entender las pérdidas y el desperdicio a lo largo de la cadena de valor, según explicó la FAO, si tomamos 10 millones de manzanas que se producen, 13% se perderá en la producción; 6% se perderá en almacenamiento, manejo y transporte; 1% en procesamiento y empaque; 6% en distribución y retail; y 8% desperdiciado por los consumidores. En conclusión: 3.400.000 de manzanas se desperdician del campo a la mesa.